Dos meses después de regresar de Ecuador todavía no había asimilado lo que viví: desde que cerré la maleta y subí al metro en dirección al aeropuerto, desde que vi Latinoamérica por primera vez desde el avión, hasta los niños con los que compartí mi mes allí… todas las emociones siguen intactas. , si cierro los ojos puedo sentirlo otra vez. Sin embargo, al mismo tiempo lo noto tan lejano, como si lo hubiese visto en una película, como si la experiencia fuese tan grande que no puede ser cierto que la viviera yo.

Tuvimos la enorme suerte de conocer Ecuador, su gente, su vida, sus problemas, sus avances, de meternos de lleno en esa cultura, ¿cómo olvidarlo? Una experiencia así solo se entiende si se vive. Aún no sé qué responder cuando me preguntan qué tal fue, porque ninguno lo sabemos explicar totalmente, por mucho que hables no puedes expresar lo hondo que te ha calado lo que allí viste y viviste.

Por eso creo que es algo que debería hacer mucha más gente. Aparte de toda la conciencia que tomas, es la mejor forma de conocer un país. Es cierto que no hemos cambiado el mundo, pero sé que esto nos ha hecho crecer, ser mejor personas y entender mejor cómo funciona nuestra tierra, por qué se habla de injusticias, de exclusión, de violencia

Gracias a mis compañeras, de las que tanto he aprendido, y gracias a Setem, que nos ha arropado en nuestro viaje desde el principio. . «El mundo está oscuro, ilumina tu parte».

Este es el testimonio de Lucía, una de nuestras voluntarias de Campos de Solidaridad. ¿Quieres ver más testimonios?